También me besó una reina

de Carlos Fuentes Rodríguez

 A Reinaldo Cedeño,  por su crónica sobre Elena.

Anaís Abreu es de una estirpe de artistas que está en peligro de extinción. Una artista en toda su magnificencia porque su proyección en la escena va más allá del género que representa. El halo que la envuelve me hace evocar a Elena, Omara , Celeste Mendosa, Rita Montaner, Candita Quintana, Natalia Herrera, Eloísa Álvarez, Merceditas Valdés, Caridad Cuervo, Celia Cruz, La Lupe, Olga Guillot; una lista interminable de grandes Divas que darán gloria, por siempre, a la escena cubana.

Hace unos años escuché la voz de esta mujer y quedé no menos que fascinado por su timbre, por su manera tan cubana de decir la canción y desde entonces la sigo y aunque no suelo fanatizarme con nada, les aseguro que su disco Anaís de lujo, desde entonces, ha pasado a formar parte de mis preferidos.

Ella sale al escenario con el garbo de las estrellas. Su seguridad es aplastante. Se mueve con gracia, ondula su cuerpo, firme aún, y lanza la primera frase. Con medida, tesitura que encanta y voz aterciopelada retiene y modula cada una de las notas musicales hasta el momento del desenfreno de la canción. Poco a poco se va entregando y con descaro reclama los aplausos de un público que aún no se ha acomodado en sus asientos, de un público obnubilado por su encanto de mulata seductora y bravucona, un público que solo espera una señal para gritar aquello que espera la diva y que de seguro forma parte de sus noches habaneras: ¡Perra!, ¡Divina! ¡Dura!...

De haberlo sabido antes, la noche hubiera sido distinta para público y artista,  pero era su primera vez y se advertía cierto recogimiento, además de una gripecilla intranquila que pretendía hacernos infeliz el encuentro, pero ella se impuso cantando con el corazón, sacando la voz de las entrañas.

Anaís goza la canción, la siente, le vibra de pies a cabeza, y eso es suficiente para establecer la empatía con el espectador. Posee un registro amplio que va desde los tonos más agudos hasta los bien graves y aunque su media voz seduce, es en los tonos más altos cuando alcanza los quilates que le imprimen un sello tan personal como cubano. Ahora mismo y salvando las distancias temporales es la cantante cubana discípula de esa hornada a la que pertenecen Omara, Elena, Moraima, Teté y Ela Calvo, quizás. Su estilo es muy peculiar y aunque se inserte en este grupo, ella no se parece a nadie, aprendió muy bien la lección de sus predecesoras y le ha puesto su sazón.

Una cantante no se hace solo con la voz. A ese ajiaco hay que echarle otros ingredientes. Un buen repertorio, digamos, es imprescindible y esto Anaís lo conoce muy bien. Interpreta a Pablo, a Descemer, Raúl Torres, Emilio Vega, Pancho Céspedes y también a Miguel Matamoros; coquetea con temas que fueron grandes en las voces de las hermanas Fáez y se pasea con soltura por diversos géneros de la música cubana como el son, la guaracha, el bolero, la canción y por si fuera poco, incursiona con probada maestría en la rumba. La clave de su éxito estriba justamente en la mezcla de estos elementos: Voz, proyección escénica (que va desde el modo de enfrentar el público, gestualidad,  vestuario,  peinado) y repertorio. Y ella lo tiene todo.

Hoy estuvo La Abreu en Pinar del Río ¡qué lujo!, y estas palabras son el resultado de nuestro encuentro y aunque el oráculo me dice, habrá otras oportunidades, lo hubiese preferido más prolongado. Yo en primera fila, como es de suponer, reclamé su atención toda la noche, hice monadas, canté junto a ella ese tema antológico de Descemer: Si la soledad te enferma el alma, si el invierno llega a tu ventana… y a pesar de que estaba en un tono para mujer esforcé la voz para que me saliera linda y pudiera llegar a su tonalidad y creo hasta lo logré. Si me lo hubiera propuesto, de pie le hubiera cantado y ella gustosa lo aceptaría. Pero los malditos nervios y ese estigma de la inseguridad me frustró el intento. La suerte estaba conmigo esta noche; una amiga que se estrena en el maravilloso mundo de la canción, nos presentó:

-Anaís, este joven está enamorado de ti.

Y aunque yo a mis cuarenta y cuatro me creo lo de joven, no pude evitar ruborizarme, más, cuando ella escudriñándome de arriba abajo, ripostó:

-¡Uf, y yo que ando buscando marido!

Luego, me besó…

Me creí Olofi, “dueño de todo lo que vive y muere en el universo” y en instantes, todo el mundo vino a mis pies. Ahora, en la antesala del sueño, me queda su aroma y la nostalgia por aquellos amigos que no la pudieron disfrutar esta noche. También me queda la certeza de seguir admirándola por la artista que es y por su desbordada cubanidad que tanto aprecio.

 Mañana, que nadie venga a desmentirme cuando le diga, que a mí también, una reina me ha besado.

 

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2012-07-04